Tarragona, el legado romano de la Península Ibérica

Tarragona, el legado romano de la Península Ibérica

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Tarragona, digna heredera de la Tarraco Imperial, es una ciudad singular que ha sabido combinar su legado de romanidad y sus ancestros medievales con sus genuinas joyas modernistas y constituye un privilegiado destino turístico.

Según cuenta la leyenda, el dios Júpiter abandonó a su esposa, la mortal Tíria, al enamorarse de Tarragona, que le encantó. La historia nos dice que en el siglo III a. de C. los romanos se establecieron estratégicamente en este lugar.

Para conocer los orígenes de la ciudad hay que adentrarse en Tarraco. Fue la primera fundación militar romana estable que se emplazó fuera de la península itálica, y desde ella se vertebró la futura Hispania. En el año 218 a. de C., en poco tiempo se construyó la ciudad que, años después, se convertiría en la capital de la Hispania Citerior o Tarraconense. Cautivados por la belleza de sus playas y la bonanza del clima, los romanos diseñaron un plan urbanístico adaptado a la complicada orografía del terreno, con la construcción de terrazas artificiales. Tarraco se erigió en enclave estratégico para frenar las revueltas indígenas en la época republicana; César reunió aquí a todos sus legados antes de entrar en Roma, y Augusto residió en ella en los años 27-26 a. de C., tiempo en que Tarraco fue el centro de la toma de decisiones políticas de todo el Imperio romano. La ciudad se convirtió en uno de los centros urbanos más importantes del Mediterráneo occidental.

Tarragona ha sabido cuidar y respetar el legado que dejaron los romanos. Por todo ello, el conjunto arqueológico romano de Tarraco que pervive en la actualidad fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en diciembre del año 2000. Los 14 elementos que recibieron este reconocimiento son: las murallas, el templo-recinto de culto, el foro provincial, el circo, el anfiteatro, el foro local, el teatro, la necrópolis, la villa de Centcelles, el acueducto, la torre de los Escipiones, la cantera del Mèdol, la villa de Els Munts y el arco de Berà.
Para conocer la ciudad romana se puede iniciar el recorrido por los cuidados 1.000 metros que se mantienen del trazado de la antigua MURALLA romana, cuya construcción se inició en el siglo II a. de C. utilizando bloques de piedra extraídos de la CANTERA DEL MÈDOL, de la que se conserva una aguja de 16 metros de altura.
Si se sigue el paseo por las calles del casco antiguo se pueden admirar los restos del FORO PROVINCIAL, sede de la administración pública de la provincia romana Tarraconense del siglo I a. de C. Parada obligada es el CIRCO, construido en el siglo I d. de C. Su cabecera es la que mejor se conserva de toda Europa. Tenía una capacidad para 30.000 espectadores. Otro de los lugares de mayor impacto de la civilización romana es el ANFITEATRO. Se construyó en el siglo II d. de C. De forma elíptica, podía llegar a acoger hasta 14.000 espectadores.

En su interior se desarrollaban todo tipo de espectáculos de gladiadores y fieras salvajes. El recinto sirvió a su vez como lugar de martirio de los primeros cristianos tarraconenses conocidos: el obispo Fructuoso y sus diáconos Eulogio y Augurio.

Parada obligatoria también es el FORO LOCAL, situado en el ángulo sudoccidental del recinto amurallado. Se construyó aproximadamente en el año 30 a. de C., y allí se desarrollaba la vida social de la ciudad.
En la parte baja de Tarragona, y en fase de recuperación, se encuentra el TEATRO ROMANO, construido a principios del siglo I d. de C. Acercarse hasta el ACUEDUCTO ROMANO o puente del Diablo permitirá comprender por qué la ingeniería romana era tan adelantada a su tiempo y el motivo por el cual algunas de sus técnicas perviven aún hoy en día. Fue construido en el siglo I d. de C con una longitud de 15 kilómetros, de los que hoy aún se conservan 217 metros.

Toda la ciudad de Tarragona es un gran museo de visita obligada sin prisas. Las huellas de su pasado romano se pueden encontrar paseando, o entrando en bares y restaurantes situados en alguno de los muchos edificios que han conservado sus raíces. La civilización romana es la que ha dejado mayores huellas de su presencia en la zona. Hay que recordar que la ciudad de Tarraco es el primer y más antiguo asentamiento romano y el más viejo de la península Ibérica.
Por todos estos motivos, el reconocimiento de la Tarragona romana como PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD por la UNESCO refrenda el valor y la extraordinaria relevancia de su legado arqueológico y monumental, sitúa a la ciudad en el mapa de las grandes rutas del turismo cultural y despierta el interés de muchas miradas que, de otra forma, no se hubieran aproximado a Tarragona con la importancia y el respeto que se merece.

 

MÁS INFORMACIÓN TURÍSTICA:
PATRONAT MUNICIPAL DE TURISME DE TARRAGONA
www.tarragonaturisme.cat

 

 

 

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