Que ver en el parque arqueológico de Cumas

Desde Nápoles nos dirigimos a Cumas cruzamos el monumental Arco Felice de veinte metros de alto y seis de ancho, abierto por los romanos en el monte Grillo en el siglo I, para facilitar el paso de la Vía Domiziana que unía Pozzuoli a Roma. Cumas, fundada en el siglo VIII a.C. por colonos griegos procedentes de Eubea, una de las colonias griegas más antiguas de Italia. Posteriormente conquistada por los samnitas y después por los romanos, Cumas fue finalmente devastada por los sarracenos en el siglo X.

Siendo Cumas la primera colonia griega establecida en Italia pues se estima su fundación hacia el año 750 a. C. parece ser fue una colonia de la ciudad griega de Calcis en (Eubea).

Aunque el primer asentamiento griego estaba en la isla de Enaria, a causa de unos terremotos y una erupción volcánica los primeros colonos optaron por trasladarse a tierra firme, la que fue posteriormente la Acrópolis de Cuma. La ciudad no paró de prosperar y se extendió su dominio por Campania incluyendo la llanura de los Campos Flegreos y las colinas que la separaban de la bahía de Nápoles, donde se establecieron los puertos de Miseno y Dicearquia.

El territorio que abarcaba Cumas comprendía las regiones situadas al sur y sureste de la península Misena y su puerto natural. Las ciudades fueron creciendo, pero bajo la perspectiva de su concepto ideal de las polis “ausynoptos”, de la “ciudad fácil”, mas que expandir Cumas, los colonos griegos optaron por fundar una nueva ciudad, Neapolis, la actual Nápoles, hoy en día es la tercera de las ciudades en importancia de la Italia moderna.

La esplendorosa ciudad estaba bien fortificada y pronto se convirtió en un lugar de intenso comercio de donde partían importantes rutas marítimas y terrestres. Cumas no hubiera tenido mayor relevancia que la comentada si no hubiera sido por que en ella habitaba la famosa Sibila de Cumas, adivina y oráculo sagrado.

Cuenta la leyenda que el dios Apolo amaba a la Sibila de Cumas, una joven de belleza sin par llamada Amaltea, a la cual había prometido satisfacer el primer deseo que expresara. Ella pidió una larga vida… pero olvidó pedirle la juventud, que el dios le prometió a cambio de su virginidad, a lo que se negó. Conforme envejecía se volvía cada vez más menuda y seca, y, cansada de vivir, sólo anhelaba la muerte.

Miguel Ángel plasmó en sus pinturas de la Capilla Sixtina, la escena en la cual la Sibila ofrecía los pergaminos donde se recogían sus profecías al último Rey de Roma, Tarquinio el Soberbio.

Una de las profecías que ha trascendido gracias a la novela histórica de Robert Graves y posterior producción televisiva en la serie británica de la BBC “Yo Claudio”, en la cual se narra la experiencia de la visita de Tiberio Claudio Druso Nerón, futuro emperador de Roma, cuando visita a la Sibila de Cumas y le profetiza su futuro diciéndole:

“La que gime bajo la púnica maldición y se ahoga bajo el peso de su oro, antes de sanar, aún más enfermará.

Su boca viva engendrará moscones y gusanos que en sus ojos bullirán. Hombre alguno sabrá el día de su muerte.

Luego agitó los brazos sobre la cabeza y continuó:

Diez años y cincuenta y tres días, y Clau-Clau-Claudio recibirá un regalo que todos codician menos él. Mas cuando haya enmudecido y ya no esté -mil novecientos años, más o menos-, Clau-Clau-Claudio hablará con claridad.”