Nimes, una pequeña Roma en Francia

Maison Carrée

Nimes, una pequeña Roma en Francia

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Nos escapamos con Renfe – SNFC hasta Nimes, la ciudad romana mejor conservada de Francia, a pasar un día disfrutando de su patrimonio cultural y arquitectónico, sus fuentes, su parque majestuoso, su gastronomía y las agradables callejuelas de su casco antiguo. Todo perfectamente accesible a pie.

 

El origen de Nimes se remonta al s. VI aC, cuando los volcas arecómicos, una tribu celta, se establecieron en los alrededores de la fuente de agua natural que hoy es el centro de los bonitos jardines de la Fontaine, y que daría nombre a la ciudad con la entrada en escena de los romanos el año 120 aC. A diferencia de sus vecinos galos, Nimes no fue conquistada sino que se anexionó voluntariamente a Roma para convertirse en la Nemausa galorromana y aliarse con César en su famosa conquista de la Galia. Desafortunadamente para los nimeños, César se les “murió” (supongo que todos recordamos cómo) antes de declararlos oficialmente colonia – en Roma este título era un honor, a diferencia del de municipio, que era de baja categoría. Tuvieron suficiente vista como para dar su apoyo – moral y con tropas – a Octaviano, el futuro emperador Augusto, en su guerra contra Marco Antonio (aquellos que no recordéis las clases de historia quizás os suene de la serie Roma de la HBO. ¿No? Pues ya la estáis buscando). Augusto ganó la batalla de Actium gracias a los nimeños ​​en el 31aC y, hombre agradecido como era, los recompensó no sólo confirmando oficialmente el título de colonia sino pagando, además, el anfiteatro y el templo que hoy se conoce como la Maison Carrée, entre otros. Y para redondearlo les regaló el emblema de la ciudad: un cocodrilo encadenado a una palmera. Lo encontramos por todas partes, desde aceras a carteles, azulejos y placas, y es obvio que no casa mucho con la tradición francesa moderna – ni el emblema ni los 4 cocodrilos del Nilo disecados que cuelgan del techo del ayuntamiento (el típico detallito que llevas a todos cuando vuelves de Egipto, un cocodrilo disecado. Y quedas como un señor). Los más listos quizá ya habréis deducido que el cocodrilo simboliza el Egipto de Marco Antonio y Cleopatra vencido y encadenado a la palma, aún hoy símbolo de victoria.

Y, ¿qué hicieron los romanos por Nimes a parte de inculcarle esta afición por los cocodrilos? Pues dentro del Imperio se convirtió en una ciudad próspera y llena de monumentos, de los cuales todavía se mantienen seis, lo que la convierte en la ciudad romana mejor conservada de Francia.

Nuestra visita comienza con el paseo desde la estación de tren (3,5 horas en AVE desde Barcelona) por la monumental Avenue Feuchères, fruto de la ampliación de la ciudad durante el s. XIX para unirla a la estación. Está flanqueada por residencias majestuosas, la jefatura, el palacio de justicia y la iglesia de Santa Perpetua. La avenida va a parar a la Explanada Charles de Gaulle y su fuente monumental de temática clásica con esculturas de divinidades personificando los ríos Ródano y Gardon y las fuentes Nemausa y Eure. Nimes celebra sus orígenes con fuentes, canales y manantiales por todas partes.

A nuestra izquierda se alzan las Arenas de Nimes, uno de los circos romanos mejor conservados del mundo y uno de los dos únicos circos romanos íntegros que quedan en el planeta. Obra de ingeniería brutal para la época, el siglo I dC, el anfiteatro de Nemausa fue uno de los más grandes de la Galia romana, con capacidad para más de 20.000 espectadores – que se podían evacuar en menos de 15 minutos gracias a su sistema de vomitoria (galerías), poca broma. Tan sólo tiene dos pisos porque cuando lo construyeron, 100 años antes que el Coliseo de Roma, aún no se había inventado la bóveda de arista (el cruce de dos bóvedas de cañón) y por lo tanto todo el peso recae sobre la bóveda de cañón sencilla en arco, más limitada. Aún así ha aguantado 2.000 años. Con más de veinte metros de altura, está construido con grandes bloques de piedra de 3 toneladas, que levantaban entre sólo tres hombres gracias a un ingenioso sistema similar a una rueda de hámster gigante. Las piedras de los arcos están unidas sin argamasa, cortadas para encajar exactamente; las colocaban con un encofrado que retiraban una vez puesta la última pieza y, para asegurarse de que los cálculos eran correctos, dejaban al ingeniero debajo. Ya os digo yo que aquello no se caía. Como mano de obra usaban los soldados del ejército. De esta manera los tenían entretenidos, en forma y ahorraban costes en tiempos de paz – no mantienes un Imperio durante siglos sin pensar un poco.

Podemos observar unos agujeros verticales en algunas de las grandes piedras que coronan la grada superior. Servían para sujetar los postes del sistema desplegable de velas que funcionaban como toldo los días de sol.

Los asientos de madera que cubren las gradas deslucen un poco el conjunto pero son inevitables, ya que aún se utiliza para conciertos y espectáculos diversos, como las corridas de toros. Por mucho que a algunos de nosotros nos pueda resultar chocante, la tradición taurina es un gran motivo de orgullo en Nimes, en sus diversas manifestaciones: la corrida tradicional -es decir, torturar a un pobre animal hasta la muerte vestido con lentejuelas y colores llamativos-, la carrera camarguesa – menos sangrienta y más acrobática y circense- y el abrivado, un encierro por las calles.

En época romana se celebraban los típicos juegos con animales – esto no ha evolucionado casi- y gladiadores, algo que conmemoran Les Grands Jeux Romains (los Grandes Juegos Romanos), un espectáculo de recreación histórica fidedigna con 500 figurantes que se lleva a cabo cada año en primavera (23 y 24 de abril de 2016). La diferencia es que en la época romana eran gratuitos y además te daban el almuerzo; ahora la entrada se vende a entre 5 y 45 € y seguramente hay que reservar con antelación – y llevarse el bocadillo de casa.

El recinto se encuentra en un estado impresionante de conservación, en parte gracias a que durante la Edad Media se utilizó como fortaleza militar y posteriormente como barrio residencial -de 500 habitantes – antes de su recuperación como monumento en 1801 .

Al salir de las Arènes vamos a comer al restaurante del Carrée d’Arts, el museo de arte contemporáneo diseñado por Norman Foster, con vistas a la Maison Carrée, el único templo antiguo completamente conservado del mundo. En realidad, no es carrée (cuadrada) sino rectangular pero en tiempos remotos se ve que los franceses sufrían escasez de vocabulario en cuanto a figuras geométricas. Construido entre los años 3 y 2 aC y restaurado entre 2006 y 2010, su conservación se debe, como en el caso de las Arènes, a su uso ininterrumpido desde el s. XI. Ha servido de residencia consular, de establo, de iglesia, de sede de la jefatura de Gard, de archivo y de museo.

Comemos brandada de bacalao, la especialidad por excelencia de la ciudad. Nos cuenta Alejandro, el historiador que nos acompaña, que las salinas romanas de las que extraía la sal que se utilizaba para salar el bacalao de todo el país aún funcionan hoy en día con el sistema tradicional de inundar grandes superficies con agua de mar y dejar que se evapore.

Bajamos el almuerzo con un paseo hasta los Jardines de la Fountaine, unos de los primeros jardines públicos de Europa, construidos en el s. XVIII respetando el trazado del antiguo santuario romano que se alzaba sobre la fuente Nemausa. Descubrieron el yacimiento cuando hacían obras para levantar un fuerte y por suerte decidieron respetarlo. Dentro de los majestuosos jardines poblados de estatuas clásicas encontramos las ruinas del enigmático Templo de Diana, del que se desconoce la función original – la última teoría apunta a que era una biblioteca. Por desgracia no tenemos tiempo de subir hasta la Torre Magna, en lo alto del parque, a contemplar las vistas sobre la ciudad. Se sabe que en el año 15 dC tenía tres pisos de planta rectangular octogonal pero con el paso del tiempo perdió uno.

Pero no todo es romano, en Nimes. Paseando por las agradables callejuelas del casco antiguo, con algunas fachadas interesantes, nos topamos con la catedral. No es, ni mucho menos, un monumento destacado de la ciudad, básicamente porque después de haber sido destruida dos veces por culpa de las guerras entre católicos y hugonotes – en las que se mataban alegremente unos a otros en nombre de Dios y estas cosas – la reconstruyeron de una manera bastante austera. Se había salvado de la destrucción la puerta románica original, pero entonces apareció la duquesa de Angouleme y exigió entrar bajo palio -sí, como Franco-. ¿Consecuencia? Adiós puerta románica, por demasiado pequeña, hola desastre estético chapucero y vergonzoso (y es que la estupidez humana no tiene límites). Por suerte, la mujer no tuvo ningún problema con los relieves del friso con escenas del antiguo testamento, que también habían sobrevivido a las guerras y se consideran una obra maestra de la escultura románica del Sur de Francia.

También paseamos por la Place de Assas, decorada con una fuente contemporánea de Martial Rayasse. Nimes también cuenta con su dosis de modernidad, como el edificio Nemausa de Jean Nouvel, declarado patrimonio del s. XX o el Coliseo del japonés Kisho Kurokawa, un conjunto de oficinas inspirado en el edificio estrella de la ciudad.

Tras la caída de Roma, la ciudad de Nimes quedó reducida a una décima parte de lo que había sido y cerrada en sí misma. No se empezó a despertar hasta el año 1000. Y en el s. XV se vería afectada por las guerras de religión. A partir del s. XVII, pero, Nimes se convirtió en un centro textil importante y estableció sedes comerciales por todo el mundo. Como anécdota curiosa os contaré que poco antes de 1890, el fabricante de ropa para mineros y buscadores de oro Levi Strauss compró, por casualidad, un lote de tela. Era una tela resistente con un tejido oblicuo de dos hilos y teñida de azul de Génova (bleu de Genes) procedente de Nimes (fonéticamente pronunciado “denim“). ¿Sabéis cuál era el número del lote? El 501. Y de aquí a la eternidad.

La ciudad perdió la carrera textil con Lyon y se reorientó hacia los viñedos – de aquí salen los Costières de Nimes y los Côtes du Rhône Gardoises. La construcción del Canal du Midi  facilitaba su cultivo y la ciudad inició una nueva etapa de prosperidad. Es justamente en esta etapa que se construye el barrio de la estación – un eje de tráfico de carbón. Y es aquí, donde la hemos comenzado, que acabamos nuestra visita, esperando el TGV de regreso a Barcelona. Nos han quedado muchas cosas por ver – como el Castellum, el recinto romano o el Museo arqueológico, uno de los más importantes de Francia. Dos días hubieran sido ideales para conocer tranquilamente la ciudad y quizás dedicar unos cuantos días más a visitar la Provenza y la Camarga como complemento. Pero de hecho, podemos volver cuando queramos. Sólo son 3 horas y media en tren. Si necesitamos una excusa pueden ser los Juegos Romanos o la futura inauguración del Museo de la Romanité, ahora en construcción. Pero de hecho, no sería necesaria.

 

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CÓMO LLEGAR

Tan fácil como coger un tren de alta velocidad desde Barcelona Sants (o Girona o Figueres) con la compañía Renfe-SNCF hasta Nimes (Francia). Son 3,5 horas.

Para más información, compra de billetes y horarios: www.renfe-sncf.com

 

OFFICE DE TOURISME ET DES CONGRÈS

6 rue Auguste, Nîmes

DÓNDE COMER

Nosotros comimos en el Ciel de Nîmes

Place de la maison carrée – Carré d’Art
Ascensor 1er piso- Nîmes

www.lecieldenimes.fr

VISITAS INTERESANTES

Arènes de Nîmes

www.arenes-nimes.com

La Maison Carrèe

http://www.maisoncarree.eu

La Torre Magna

Los tres monumentos están gestionados por CULTURESPACES

www.arenes-nimes.com/

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