Un paseo por los Pueblos Blancos de Cádiz de la mano de Fairplay Golf Hotel & Spa
Tradición, gastronomía, artesanía, patrimonio y carácter se unen en esta ruta, una joya turística para disfrutar desde el confort del cinco estrellas Fairplay Golf Hotel & Spa
Como si de un collar de perlas se tratara, la Ruta de los Pueblos Blancos se extiende por la comarca de la Sierra de Cádiz salpicando valles, colinas y montañas de casitas de un blanco impoluto, resultado de la antigua tradición de sus habitantes de encalar sus fachadas. Joyas brillantes y relucientes bajo la luz del sol que conforman un recorrido que esconde huellas de civilizaciones pasadas, donde perviven historias de lo que fue la vida de Al-Andalus. Y si esta postal se antoja apetitosa para el viajero, será todo un capricho alojarse en un hotel cuya imagen se asemeja a la de una de estas villas. Fairplay Golf Hotel & Spa es un cinco estrellas que acoge, tras sus blancos muros, amplios espacios marcados por el diseño, el confort y la calidad.
Para comenzar el trayecto, Benalup-Casas Viejas es parada recomendable, ya que además de ser el enclave donde se encuentra Fairplay Golf Hotel & Spa, es un pueblo que presume de ser un auténtico paraíso para los amantes del turismo rural y gastronómico, ya que se erige como puerta de entrada al Parque Natural de los Alcornocales. Sus calles albergan multitud de ventas rurales donde degustar platos típicos, con productos autóctonos como espárragos, tagarninas o caracoles. Allí descansaban, antaño, contrabandistas y pastores que hoy han dejado lugar a turistas y gourmets. De gran valor son las pinturas rupestres y las tumbas antropomórficas excavadas en el peñón del Tajo de las Figuras.
Al norte, el viajero encontrará Paterna de Rivera, cuyos orígenes vienen marcados por la importancia de las aguas medicinales de su entorno. Si bien su trazado urbano, caracterizado por las típicas cuestas y calles estrechas, es buen ejemplo de la arquitectura árabe, la época romana ha dejado elementos en la artesanía, como vasijas y mosaicos. Obligatorio es el recorrido que suponen las cuatro señas de identidad de Paterna: La Petenera –figura en bronce de la célebre cantaora Dolores la Petenera-, El Perro de Paterna –imagen del también cantaor Antonio Pérez Jiménez-, el monumento a la Mujer Trabajadora, en honor a las antiguas garbanceras; y el erigido al caballo, animal significativo de la tierra.
Aún más al norte, donde finaliza la campiña de Jerez y comienzan las abruptas cumbres de la Sierra de Cádiz, se alza sobre una gran roca Arcos de la Frontera, entre los lagos, cañones y bosques del Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Fundada, según cuenta la leyenda, por el rey Brigo, nieto de Noé, aún conserva las características propias de los asentamientos musulmanes. No sólo por su trazado, sino por muralla defensiva, de la que perviven restos, así como por joyas arquitectónicas de entre los siglos XV y XVIII, entre las que destacan palacios y casas señoriales –como las residencias de los Condes de Águila-.
A los pies del alcázar de Fontanar el viajero se encuentra Bornos, considerado uno de los pueblos más encantadores del área norte de la provincia. Más que recomendable es recorrer la ruta de los molinos de esta localidad, casi todos de los siglos XV y XVI, y que se realiza siguiendo el curso de la tajea, desde su nacimiento al último molino existente. Bornos conserva grandes aportes en artesanía, al igual que otras poblaciones de interior, como son los trabajos con esparto, mimbre, palma, enea, curso y varetas de olivo. El Castillo de Fontanar, de origen andalusí, es uno de sus principales valores patrimoniales.
La siguiente parada puede ser Villamartín, municipio bañado por el río Guadalete y de origen prehistórico, tal y como atestigua el Dolmen de Alberite, que constituye una de las muestras funerarias más antiguas de la Península. El visitante quedará prendado por la fisionomía puramente andaluza de la villa, con sus casas encaladas, sus patios adornados con flores y sus plazas abiertas, escondidas entre las callejuelas. Vale la pena sentarse tranquilamente en cualquiera de sus establecimientos a reponer fuerzas con propuestas como la sopa de tomate, guisos a base de pimientos, habas, espárragos o tagarminas, y platos con el garbanzo como principal ingrediente.
Prado del Rey es también conocido como el Jardín de la Sierra, un racimo de casas blancas que descienden por una colina, al amparo de montes y bosques de gran frondosidad debido a su situación, entre los parques naturales de la Sierra de Grazalema y los Arcornocales. De tradición agrícola, el pueblo es famoso por la excelente elaboración de aceites de oliva, miel, chacinas caseras, aguardientes y vinos de Pajarete. Además, uno de sus principales motores económicos actuales es la industria artesanal de la marroquinería, implantada en la década de los 60.
El Bosque constituye una de las joyas verdes de la provincia de Cádiz. Más allá del encanto que supone la vista de su blanca e impoluta extensión, su entorno natural es uno de sus más valorados recursos, llegando a ser una buena parada para los más atrevidos, ya que el Monte Albarracín cuenta con pista de lanzamiento para practicar parapente y ala-delta. Asimismo, en el río Majaceite se pueden realizar jornadas de pesca de la trucha.
Montañas de roca caliza encierran Ubrique, uno de los pueblos más atractivos de la comarca debido a sus angostas calles y a su Casco Antiguo, declarado Bien de Interés Cultural. La ciudad íbero romana de Ocurí o el Castillo de Fátima, bastión defensivo andalusí levantado por musulmanes bereberes, son restos de su pasado. Este Pueblo Blanco permite conocer el corazón del arte de la marroquinería a través de las visitas a factorías donde se puede observar el trabajo con pieles y cuero heredado de la época musulmana.
Imposible olvidarse de Grazalema, ubicado en el Parque Natural del mismo nombre, declarado Reserva Natural de la Biosfera por la UNESCO. La presencia de culturas antiguas queda patente en privilegiados lugares como el megalítico Dolmen de la Giganta y la villa romana de Lacilbula. Sus calles son un gran estímulo para los sentidos, ya que conserva intacto un hábitat rural adaptado al terreno montañoso, así como una serie de casas nobles en inmejorable estado que atestiguan la bonanza económica de Grazalema durante el siglo XVIII.
Son sólo algunas de las perlas que conforman la Ruta de los Pueblos Blancos de Cádiz, un recorrido tras el que es necesario descansar en un ambiente tranquilo. Una propuesta segura es Fairplay Golf Hotel & Spa, cuyas amplias habitaciones se distribuyen en siete estilos decorativos diferentes. El complejo cuenta con un Spa de más de 2.000 metros cuadrados y una extensa carta de tratamientos. El peculiar edificio, cuya irregular y escalonada arquitectura está inspirada en estos Pueblos Blancos, se encuentra rodeado por un desafiante campo de golf de 18 hoyos y más de 6.000 metros cuadrados.